Yo soy la jefa


Escrito por Rosemary Flaaten


Cada día Mónica va al trabajo pensando en el privilegio y también la responsabilidad de su papel. Ha experimentado la verdad de las palabras de Robert Frost: “Al trabajar fielmente ocho horas por día, al final puede que llegues a ser un jefe y trabajes doce horas por día”.1 Ella ha sacrificado vacaciones para abordar un desarrollo crítico que amenazaba la producción. Se perdió la obra de teatro escolar de su hija porque estaba fuera de la ciudad en el seminario anual de fomento del equipo. Se ha angustiado por la pérdida de una amistad cuando fue ascendida y se convirtió en la líder de su amiga en lugar de ser su igual. Ella tiene algunos lamentos, pero en su mayor parte le encanta su trabajo, se desenvuelve en su papel como líder y saborea el privilegio de volcarse en las vidas de su plantilla.

Con frecuencia, sin embargo, cuando regresa a su casa al final de un largo día se siente como una isla. Está rodeada de personas en el trabajo, pero debido a que ella es la jefa, está separada de ellos. Ella es parte del equipo, pero su papel le sitúa en una posición única. Corre el riesgo de volverse aislada, distante y desconectada si conscientemente no construye puentes entre ella misma y sus empleados. En su papel de supervisión, tiene una posición fiduciaria para asegurar que se logren las prácticas de la empresa, pero no es una negrera. Ha recibido suficiente formación de liderazgo para reforzar el valor que atesora en lo profundo de su alma de que la materia prima más importante en cualquier lugar de trabajo son las personas.

Para poner en práctica este valor, Mónica toma coherentemente muchas pequeñas y a la vez importantes decisiones para construir puentes relacionales con las personas que tienen que rendirle cuentas. Cada puente entre ella y un empleado es único; sin embargo, las similitudes están basadas en principios orientativos que dirigen sus actos.

No hay escasez de libros y de artículos escritos para ampliar nuestro conocimiento y para hablar a nuestras experiencias como líderes, y yo aprovecharé la sabiduría de los expertos. A fin de ser leal a mi premisa inicial, difiero nuestro mayor ejemplo de liderazgo a lo que las Escrituras nos dicen sobre Jesús. Su carácter de liderazgo y el modo en que Él trataba a las personas son los dos principios orientativos que aplicaremos a nuestras propias situaciones como supervisoras y líderes. Puede que estemos al timón de una empresa de mil personas, o puede que lideremos a dos. Cualquiera que sea el caso, debemos contemplar nuestro carácter y nuestros actos, inclusive el efecto que tienen en la construcción de un puente relacional fuerte.

Humildad
Nuestra idea de liderazgo puede que esté basada en la creencia de que debemos ser fuertes y confiadas. Cualquier fractura en esa fachada nos pone en riesgo de ser consideradas endebles e indignas del respeto de nuestros empleados. La sociedad retrata a las líderes fuertes como extrovertidas cabezas de estado como Margaret Thatcher, ingenieras sociales como Oprah Winfrey, o valientes ejecutivas como Carly Fiorina, anterior directora general de Hewlett-Packard. Todas estas mujeres representan fuertes cualidades de liderazgo; pero estos no son los únicos ejemplos que podríamos emular.

Jesucristo, el Hijo de Dios, el Creador de todas las cosas, inclusive el concepto de liderazgo, demostró lo que significa ser un líder que dirige desde un corazón de humildad en lugar de hacerlo desde una actitud de grandeza.

Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales (Filipenses 2:5-8).

Es bastante fácil decir que tenemos que ser humildes como Cristo, pero ¿cómo fomentamos una actitud de humildad en la realidad de nuestro lugar de trabajo?

En el libro de Jim Collins, Good to Great [De bueno a estupendo], él se propuso descubrir los factores que hacían que empresas pasasen de ser sencillamente buenas a ser realmente estupendas. Uno de los descubrimientos más conmovedores fue su descripción de lo que él denomina un “líder nivel cinco”. Aquí describe a un líder como alguien que “construye grandeza duradera por medio de una paradójica mezcla de humildad personal y voluntad profesional”.2

Pasa a decir que “los líderes de buenos a estupendos no hablan de sí mismos”, y quienes trabajaban con ellos utilizaban palabras como “tranquilo, humilde, sencillo, reservado, tímido, misericordioso, afable, modesto, reservado, no creía en sus propios recortes”.3 ¿Acaso no son adjetivos similares utilizados para describir a Jesús?

Cuando permitimos la supremacía de Dios en nuestro corazón y nuestra vida, su carácter humilde sustituirá nuestra necesidad de protegernos, promocionarnos o demostrar lo que valemos. La humildad centrada en Dios producirá un líder mucho más fuerte que simplemente la franqueza, la ingeniería social o las decisiones valientes.

Toni había recibido el liderazgo de un proyecto multimillonario para crear y producir un musical tipo Broadway en su ciudad. Sus fuertes habilidades en la gerencia de proyectos, al igual que su amor por las artes, fueron los factores decisivos para que ella fuese escogida para dirigir este proyecto. Se propuso identificar las funciones de especialista que eran necesarias para aportar al equipo. Cuando se acercó a cada persona, les comunicó una visión, no solo de la magnitud de la producción sino también del importante papel que cada uno aportaría. No fue necesario mucho tiempo para que Toni reclutase a un equipo que pudiera crear de modo eficaz esta producción.

Cuando se abrió el telón de la noche del estreno, Toni estaba al lado del presidente de la junta de artes mientras él respondía preguntas de los medios acerca del éxito de esa producción. “¿Cómo se siente con respecto a la producción de esta noche, señor?”. El presidente se acercó al micrófono y dijo: “Estoy emocionado porque hemos sido capaces de traer una producción de esta calidad a nuestra ciudad. Yo sabía que teníamos talento en esta ciudad, y me alegra mucho haberlo encontrado. Esto es solo el comienzo de un resurgimiento del arte. Escuchará usted más acerca de mí”.

El reportero se dirigió luego a Toni y preguntó: “Como productora de este espectáculo, ¿a qué atribuye su éxito?”. Toni había sentido un poco de vergüenza ajena por los comentarios de autofelicitación del presidente, así que cuando se acercó para hablar, le pidió a Dios que le diese palabras de humildad.
Dijo: “Esta producción no es en modo alguno una obra solamente mía, sino también de cada miembro del elenco hasta Ana, nuestra coreógrafa; Carlos, nuestro encargado de utilería; Mariana, en el vestuario; y un equipo inmenso técnico y de apoyo. Tuvimos 127 voluntarios de la comunidad que llegaron para ser acomodadores, distribuir programas y servir café en el descanso, y muchos estarán aquí limpiando hasta muy avanzada la noche. Y podría continuar. El éxito de este proyecto descansa sobre los hombros de cada persona que aportó de alguna manera grande o pequeña. Los elogios son para todos ellos”.

En lugar de apoderarse del foco de atención y aceptar de modo entusiasta los elogios que llegaban hacia ella legítimamente, Toni atribuyó el éxito a los demás. La humildad destruye la independencia. El orgullo, la antítesis de la humildad, hace que creamos que somos autosuficientes y que necesitamos a los demás solamente hasta el grado en que sirvan a nuestros logros. La humildad reconoce nuestra necesidad de Dios y de los demás.

Jim Collins diría que este es un ejemplo de liderazgo nivel cinco: “Los líderes nivel cinco miran por la ventana para adjudicar crédito a factores fuera de ellos mismos cuando las cosas van bien (y si no pueden encontrar a una persona o acontecimiento concretos para dar crédito, dan crédito a la buena suerte)”. Con demasiada frecuencia emulamos al presidente en esta historia, quien escogió “acicalarse delante del espejo y darse crédito a sí mismo cuando las cosas fueron bien”.

La humildad es un camino muy estrecho para los líderes. Seguir el camino estrecho de la humildad que Cristo modeló puede que no sea la manera más fácil de construir puentes relacionales con las personas que recurren a uno en busca de liderazgo, pero la confianza que produce soportará muchos más torrentes que un puente construido sobre la teatralidad, el egocentrismo y materiales de poca calidad.

- Tomado del libro La mujer en su lugar de trabajo  por Rosemary Flaaten.

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